viernes, noviembre 18, 2022

DE BIBLIAS A BIBLIAS

 

DE BIBLIAS A BIBLIAS ENTRE LO HABLADO Y LO ESCRITO

La tradición oral ha sido parte de la existencia de la humanidad desde sus inicios. Sin ella no tendríamos los poemas babilónicos del Gilgamesh o el Bhagavad Gita hindú, ni los cantos homéricos de la Ilíada y la Odisea; tampoco el teatro griego, las enseñanzas de Buda ni los cantares de gesta de la Edad Media.

Y más aún, a través de las narraciones orales dirigidas por los chamanes o sacerdotes a sus pueblos se explicaban los sucesos naturales buenos o malos que impactaban en el ser humano y en su universo.

Lo mismo puede decirse de la Biblia, una tradición oral que dejó de serlo para estar escrita primero en hebreo y arameo, traducida después al griego y al latín, hasta que, pasados muchos siglos, entre luchas y disputas, se transcribió al alemán por Martín Lutero en el siglo XVI.

Hoy se calcula que la Biblia se ha traducido a más de 2,000 idiomas y dialectos, y que se han impreso más de 7,500 billones de ejemplares, 40 los cuales han circulado por todo el planeta Tierra desde el tiempo de Gutenberg, y algunos seguramente habrán acompañado a los astronautas en sus viajes al espacio.

Lo increíble, aun cuando la Biblia se ha ganado tan honroso primer lugar, es qué pocas veces es leída con conciencia o a detalle; y este dato es tan difícil de constatar porque las estadísticas no pueden todavía hurgar en la honestidad del ser humano. Incluso en el último estudio publicado por el novelista James Chapman en mayo de 2012, sobre los libros más vendidos en los últimos 50 años (donde por cierto desaparecen tristemente del pódium los clásicos, sustituidos por obras de ciencia ficción para niños y adolescentes), la Biblia aparece una vez más como triunfadora con más de 3,900,000 copias vendidas, muy por encima del segundo sitio, que sigue ocupando el Libro rojo de Mao Tse-Tung, seguido por las obras de J. K. Rowling, J. R. R. Tolkien, Paulo Coelho y hasta Dan Brown.

41 Aun así, no puede asegurarse que la Biblia, tantas veces impresa y vendida, haya sido leída en la misma proporción.

El sentido común a partir del radiopasillo bíblico, es decir, de lo que se dice y se repite —con toda certeza, pero sin verdadero fundamento— nos hace pensar que no: la Biblia no ha sido leída tantas veces como ha sido impresa, vendida o comprada.

Por lo tanto, lo que sabemos de la Biblia, en su gran mayoría es lo que nos dicen, no lo que leemos. La oralidad no tiene nada de malo, pero sí cuando omite detalles importantes que pueden cambiar el sentido completo de un texto, y finalmente, en nuestros días, no creo que esto sea culpa solamente del narrador, sino de quien lo escucha.

Esto es, de nosotros cuando aceptamos pasivamente, sin cuestionar; cuando asumimos verdades porque alguien con algún tipo de “autoridad” nos las dice, callando nuestra intuición, y sin acercarnos a la fuente por un momento para cerciorarnos de lo escrito antes de creer algo como una verdad.

Las palabras permanecen selladas en nuestro corazón, cerebro y genes. Si vamos a escucharlas, hay que tener claro que no se las llevará el viento como a los papeles en la calle, sino que trascenderán, tatuadas en nuestra esencia individual y colectiva.


ANTES DE SEGUIR, DEJEMOS EN CLARO QUE HAY DE BIBLIAS A BIBLIAS

La Biblia está organizada en libros, capítulos y versículos; es la forma tradicional de ordenar su contenido. También se divide en Antiguo y Nuevo testamentos, separados por la llegada de Jesús, siendo la segunda parte, o Nuevo Testamento, donde se narran su vida y enseñanzas. Biblias existen muchas, pero son las “versiones oficiales” las que vale la pena consultar si se quiere analizar el texto, ya que han guardado con rigor y cuidado las traducciones ancestrales del hebreo, el griego y el arameo. 
 
La Iglesia católica ha autorizado las versiones que cuentan con las leyendas latinas “Imprimatur” y “Nihil obstat”, que significan: “Se puede imprimir” y “Nada obstaculiza su impresión”.

42 Todas esas versiones tienen su origen en la primera traducción de la Biblia al latín, llamada Vulgata, la cual fue encargada a principios de la Edad Media (siglo IV) por el obispo de Roma, Dámaso, a quien más tarde se convirtió en San Jerónimo.

En ese momento no existían versiones bíblicas en el idioma preponderante del Imperio de Occidente, el latín, lo que traía consigo una considerable pérdida de adeptos, por eso su traducción era tan importante.

Muchas han sido las revisiones hechas a la Biblia católica desde entonces, así como concilios de estudiosos que han revisado todos los documentos encontrados y las copias —y copias de las copias también—, hasta formar lo que se conoce hoy como “edición crítica de la Biblia”, la cual es un compendio que no sólo cuenta con el texto original actualizado y traducido, sino acompañado de notas que explican los nuevos descubrimientos, similitudes, diferencias, etcétera.

43 Por otro lado, las iglesias cristiana, protestante y evangélica estudian la Biblia impresa por las Sociedades Bíblicas Unidas; en su gran mayoría prefieren la versión conocida como Reina-Valera 1960, ya que es la traducción más apegada y sin modificación a los textos originales. Esta Biblia recibe su nombre en alusión a los apellidos de los traductores del texto, con la fecha de su última revisión (1960). Sin embargo, dicha versión tiene su origen mucho antes, cuando Martín Lutero, en 1534, tradujo por primera vez el texto bíblico al alemán bajo la premisa de acercar su lectura a la gente común y así lograr su comprensión. Tras separarse de la Iglesia católica — después de haber sido un ferviente sacerdote agustino—, Lutero replanteó igualmente cuáles serían los libros incluidos como sagrados en la nueva Biblia: revisó con todo tipo de estudiosos y sabios del hebreo y el arameo los textos primarios, y decidió apegarse a los escritos judíos originales, dejando fuera de la Biblia protestante siete libros que la Biblia católica sí incorpora en calidad de inspirados.

44 Tiempo después, cuando sucedió la Contrarreforma (1545 -1648) dentro de la Iglesia católica, San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús (o Jesuitas) revisó de nuevo los textos incluidos en la Vulgata (versión católica) y eliminados de la Biblia luterana, reincidiendo en dejar como inspirados los siete que los protestantes ya habían eliminado.

Los judíos, por su parte, han sido el pueblo reconocido por cuidar más celosamente la escritura sagrada que da razón de ser y cohesión a su existencia. Por algo fueron llamados “El pueblo del Libro”.


Gracias a este cuidado extremo de su escritura, tanto cristianos-católicos como cristianos-protestantes pudieron traducir al griego, el latín, el alemán, y después a todos los idiomas deseados, el Antiguo Testamento que hoy conocemos y que corresponde, por tanto, a la Biblia hebrea o Tanaj.

45 Los veinticuatro libros agrupados (treinta y nueve desglosados) que conforman el Tanaj se dividen a su vez en Torá o Libro de la Ley (el cual incluye el Génesis, motivo de nuestro estudio); Nevi’im o Profetas, y Ketuvim o Escritos.

Estos libros fueron determinados por sus rabinos más sabios desde el siglo II d. C., quienes dejaron fuera algunos libros y escritos que no se consideraron canónicos ni inspirados debido, por ejemplo, a las discrepancias en las historias narradas y otros factores de fondo.


Sin embargo, esos textos fueron mantenidos de manera oral y escritos un siglo después para permanecer como parte de su tradición en el llamado Talmud, que literalmente significa “estudio o enseñanza”.

46 Así las cosas, la Biblia judía (o Tanaj) corresponde al Antiguo Testamento de las biblias cristiano-protestantes que decidieron apegarse al antiquísimo y cuidado texto hebreo.

El Antiguo Testamento católico y ortodoxo cuenta con 46 libros, siete más que los contenidos en el canon judío del Tanaj (que tiene 39 libros), los cuales concuerdan y son respetados por las traducciones usadas por protestantes, cristianos y evangélicos.

47 Cabe hacer notar, por lo tanto, que la diferencia fundamental entre las versiones católica, cristiana y judía radica solamente en la aceptación o rechazo de los siete libros que quedaron dentro de la selección católica y fueron eliminados por los protestantes siguiendo la versión hebrea.


Me refiero obviamente sólo al Antiguo Testamento y en términos estrictos referidos a la traducción y cuidado del texto mismo. Es decir, no como un tema de fe en cuanto a la Biblia “correcta” o “incorrecta”, sino por sus características objetivas y validez como material de estudio.

En este sentido, las tres versiones (tanto la católica como las cristianas y por supuesto la 40 41 42 43 44 45 46 47 judía) son autorizadas. Desmitificar la manipulación del texto sagrado por parte de uno u otro grupo resulta útil, así como saber con qué Biblia cada persona se siente más cómoda e identificada, en vez de pensar que una versión es la “buena” y la otra no lo es.

Sin embargo, el riesgo con respecto a consultar otras versiones de biblias “no oficiales”, en su mayoría impresas por grupos sectarios y utilizados para su uso grupal único, es la posible edición de versículos, así como la inserción de interpretaciones escritas e impresas entre el texto, sin su señalamiento específico, lo cual manipula la lectura y confunde al lector por no respetar la escritura pura original.

Por tal motivo, a lo largo de este libro me remitiré a los versículos del Génesis citados en las versiones “revisadas y oficiales”, tanto católica y cristiana como judía, explicadas con anterioridad, porque se trata de revisar la verdad de lo escrito contra las “verdades aceptadas” —que muchas veces ni siquiera hemos leído— por lo que la originalidad de los textos es fundamental.

Sociedades Bíblicas Unidas, “Distribución”. Disponible en línea en; consultado el 27 de julio de 2016. “La Biblia: el libro más vendido en el mundo en los últimos 50 años”. Disponible en línea en, 6 de febrero de 2013; consultado el 13 de junio de 2015. Juan Carlos Sack,

“¿Cuál Biblia es más confiable? ¿Por qué se omiten versículos?”. Disponible en línea en:; consultado el 30 de octubre de 2016. Id. Cf. La Santa Biblia, Antiguo y Nuevo Testamentos, edición Reina-Valera [1960], Corea, Sociedades Bíblicas Unidas, 2007. Luis Parada, “3. Historia de la traducción de la Biblia Reina-Valera”, en “¿Es la Biblia Reina Valera la Palabra de Dios?”, Brian R. George (ed.); disponible en línea en, consultado el 15 de junio de 2013. Antonio Rehbein Pesce, “Martín Lutero en la historiografía católica y en la Iglesia católica actual”, en “Teología y Vida”; disponible en línea en, consultado en julio de 2015. S. S. Juan Pablo II, “Discurso a la Asamblea de la Iglesia Evangélico-Luterana de Alemania”, en Ecclesia, núm. 200, Madrid, 1980. Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones, Madrid, Cristiandad, 1974. Cf. El Talmud, Israel-Madrid, Alef-Jojmá-EDAF, 2003; y Gershom Scholem, Las grandes tendencias de la mística judía, Beatriz Oberländer (trad.), Madrid, Siruela, 2000. Cf. Moisés Orfali, Talmud y cristianismo, Barcelona, Riopiedras, 1998; y Jean Delumeau, El hecho religioso.

Fuente:
Una enciclopedia de las religiones hoy, México, Siglo XXI Editores, 1997